lunes, 16 de julio de 2012

Publicación Semestral. ISSN N° 1853-6867. Año 2. Número 4. Julio 2012.

Memoria emocional y piratería de barrio.
Be kind, rewind (2008) de Michel Gondry.

Inverosímil casualidad es que haya visto “Be Kind, Rewind” recién y justo en este 2012 a pura PIPA y ACTA, pero así fue. Cuando los sellos más grandes estaban pensando (nuevamente) en cómo contrarrestar la piratería de material en su intersección con los derechos de autor, cae en mis manos un film que mucho tiene (bueno... tuvo, en su momento -y hoy también-) para decir en torno a qué distancia hay entre el pretendido uso y circuito comercial de la obra y su destino final. Aquí, algunos comentarios al respecto[1].

"‘Sweded’ That’s right."
El microcosmos de la ficción barrial condensa ciertas tendencias de principios de este siglo, que sólo parecen culminación (término) de un período más grande, clímax previo al apagón: principalmente, la lucha entre los defensores de los derechos de autor y la libertad del usuario de hacer empleo, distribución y lo que desee con los “productos artísticos/culturales”. La película da un paso hacia atrás para saltar dos hacia adelante: tomando la tecnología VHS, de soporte analógico-magnético que permitía la edición en-cámara y la grabación-reproducción inmediata, emula la materialidad digital del arte contemporáneo que los nuevos medios pueden deformar, remixar y estallar al infinito.


"And i know robot karate..."

‘To movies with heart’
 Es interesante el planteo del lugar de resistencia frente a los comercios más exitosos y rentables, de alquiler de DVD donde, sondeo de Danny Glover mediante, se puntea ciertas tendencias de mercado: muchas copias de lo mismo, ninguna película de culto, nada de cine de autor o cine mudo. La crisis económica, el apriete de la constructora y el episodio de Jack Black imantado que sumerge en lavandina electrostática el videoclub entero disparan el ‘quiero vale cuatro’ al flujo de entretenimiento. No sólo se intenta hacer dinero en un mercado en decadencia (los clientes del local son marginales a la ‘nueva ola’, como lo es Passaic a Harlem, como lo es Fats Waller a todos los ‘nombres’ mundialmente conocidos del jazz), sino que la locura de sus gerentes temporarios lleva a re-grabar productos conocidos, cristalizados en una época (digamos, el auge de la cinematografía y su boom comercial, tomando de los 60 a los 90, siendo la cifra icónica y la primera de todas ellas ‘Cazafantasmas’), duplicando la distancia de los grandes negocios de cine: lo esperable, masivo, repetido, conocido, inoriginal y con miles de ejemplares idénticos disponibles.


"The past belongs to us, and we can change it."

Como los nuevos coletazos por los suburbios de las viejas vanguardias, inversión irónica de la ‘reproductibilidad técnica’ de los productos en serie, éstos se hacen irrepetibles, y su revalorización arrastra el cambio del sistema. Repercute en el balance comercial del videoclub y de qué hacen los espectadores con las películas. El cine deviene objeto-único, original cuyo combustible es la creatividad clase B de un huérfano cinéfilo y su amigo paranoico que duerme en un trailer envuelto en aluminio; dos para quienes el único motivo de llevar adelante esa empresa es un cierto afán banal de fama de barrio, la continuidad del negocio sumada a la fidelidad al cliente. Resumidas en todas ellas, la conservación del local, del edificio y de la clientela con nombre propio.

Con esa distancia y en ese contexto, tanto más loable por desinteresado que el simple consumo que puede hacer cualquier internauta, se reescribe la figura del nuevo consumidor. Mejor, del usuario. Ya no es hora de productos certificados en serie. Ocurre un momento, invisible pero que se percibe de a poco, donde el uso es rey, dictamina tendencias y se lleva por delante las formas de la ley. Todas las normas que se le puedan oponer estarán contrarrestadas por hordas de jóvenes, y cada vez más viejos, que hacen uso. Ya encontrará el mercado qué vendernos, aparte de una conexión a Internet, computadoras, insumos, electricidad y miles de ilusiones en banners, pop-ups, pop-unders y pop para divertirse. Somos testigos (y a menudo inconscientes actantes) de la tenue crisis de un paradigma: el arte y los artefactos, su copia controlada, indiscriminada, y los derechos de autor.

La película difícilmente se proponga eso, mas sí hace hincapié en la (re)creación del mito de Waller como jazzero nacido en el edificio que ocupa el videoclub. La historia, que se revela como una mentira que se le dijo al pequeño Mos Def para alimentar su fantasía infantil, es, por 'voto popular’, asumida como cierta y se graba el documental del nacimiento y vida del músico. La película, en la que participa todo el barrio, es dirigida por la dupla protagonista y, desde luego, grabada sobre las advertencias del FBI en cassettes de ya ignotos films. La comunidad agencia una identidad por encima, debajo, entre y a pesar de las ramas de la enredadera legal de la industria del entretenimiento y la veracidad de los documentos. Si un pasado tiene función de amalgama, ese funcionamiento presupone un uso como apropiación, abducción, y no incumbe más que a la conciencia su origen, materia o destino.


Michel Gondry, el director, que 'sweded' él mismo eltrailer de la película, incentivaba desde su página oficial a que los espectadores hicieran lo mismo y enviaran sus versiones.


When you're walking down the street
and you see a little ghost
what you gonna do about- ? ¡Ghostbusters!

Gondry parece intuir sabiamente un final indecible: la película se nos aleja, nosotros somos separados de ella. La comunidad del pequeño videoclub y una concurrencia inesperada en toda la calle son los asistentes al estreno de la nostálgica y cómica película sobre Fats Waller que se hace conscientemente pasado común, mentira y mito deliberado que nuclea y aúna. En un desfile mudo de sólo aplauso, los demoledores del edificio, los concurrentes y el Sr. Fletcher se nos desprenden como un cuadro finalizado, en otro de tantos aciertos que tiene la película de no repetir-y-cansar: así tenemos a Jack Black haciendo de imbécil lo justo y necesario, la música que amaina a tiempo para que no cale el melodrama, y, especialmente, ningún final feliz. Sólo el cine mudo en blanco y negro a través de la ventana de ‘Be Kind, Rewind’ y la ciudad de Passaic riendo con él, con Waller y con ellos.

¿Qué es lo que queda de esta película? Se pegan, como imanes en la heladera de la memoria, tanto los remates condensadores al estilo “To movies with heart” como Jack Black cantando una imposible versión de la canción de los Cazafantasmas. No se puede pensar otro homenaje (ni otra manera de observar, pasar, sentir) que repetirla, pervertirla y deshacerla hasta que sea propia. Lo dijo el poeta. Violamos todo lo que amamos para vivir.

* [1] Esta reseña se empezó a escribir en el verano del corriente año.

***
Fugaces artificios de senderos que se bifurcan.
Sobre un influjo vanguardista en Ficciones de JLB.


“Ficciones” presenta procedimientos que continúan algunas de las operatorias vanguardistas de Jorge Luis Borges en dos aspectos: la vinculación con la tradición y la redefinición de la relación arte-vida. Rápidamente se rastreará cómo aparecen y operan en determinados momentos las nociones de “jardín de senderos que se bifurcan”, es decir de laberinto, y de “artificio” en el libro de 1941, “El jardín de senderos que se bifurcan”.

Por un lado, podemos entender el título como una clave de entrada. Así, los cuentos integrarían ese virtual jardín que efectúa una multiplicidad de laberintos. El libro ensaya muchos, enhebrando una variedad de paisajes, tópicos, referencias y estilos propios de diversas regiones y tradiciones: la argentina de Buenos Aires del 40’, la literatura del Siglo de Oro, Oriente Medio, China, la literatura inglesa del siglo XIX, etcétera. Esta apropiación de gran amplitud de temas halla referencia en dos aspectos de “Pierre Menard…” Por un lado, tenemos la crítica a la incorporación burda de lo ajeno desde la ironía absoluta de quien pretende escribir un texto idéntico, y logra, en voz del narrador, una lectura reveladora:

“Redactada por el ‘ingenio lego’ Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe […] La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa.” (Borges: 481)

Por otro lado, se halla el germen de la idea que se efectúa en los cuentos de Borges: “Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será” (482). 
Esto impone recuperar el posicionamiento del Borges ensayista en torno a la discusión de la tradición, que es el de ensayar todos los temas, aspirando a todas las tradiciones, y no a una particular de una región, nación o cultura. Así “La biblioteca de Babel” podría verse como la metáfora de una lectura virtual de ese todo con la creación de una biblioteca que contiene todos los libros. El narrador protagonista trata de discernir su verdad, pero como toda combinación es posible, todo libro halla su refutación. “La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma”. (505). 
El laberinto se produce por, antes que la profusión, la falta de límites. Como se ve en el cuento “El jardín de senderos que se bifurcan” el enigma es la condición del laberinto, así como de la adivinanza. El enigma aquí se genera en la intersección entre la condición finita del bibliotecario y la eternidad que se especula es característica de la biblioteca. Finalmente, podría entenderse ése como el último laberinto, que supera al hombre, no por concentración o dificultad, sino por extensión, como propone la historia de “Los dos Reyes y los dos laberintos” (en El Aleph):
“’Ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el [laberinto] mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer […]’ Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto.”

Esta idea de laberinto también se juega en la desintegración de la realidad como un azar incesante en “La lotería en Babilonia”: “Otra [conjetura], no menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares” (493)
Así, la idea de adoptar todos los temas, “leer todos los libros”, es aludida como una apertura a un horizonte extenso, que constituye un laberinto.
En lo que atañe a la idea de “Artificio”, incumbe a este momento del análisis observar algunas de las articulaciones entre realidad y ficción en los instantes en que se traspasa la frontera entre una y otra. "Las ruinas circulares" presenta la idea de un hombre que pretende soñar un hombre y que él mismo se descubre sueño de otro, ficción ajena: el creador se descubre creado. “Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo” (487). Luego “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, definido por el autor como cuento fantástico, presenta una invención que irrumpe en la cotidianeidad del narrador, compañero de Bioy Casares en una Buenos Aires verosímil. Esa ciudad y esos personajes son testigos de un hallazgo que transforma la ciudad: 

“El contacto y hábito de Tlön han desintegrado este mundo […] Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo” (474).

"Examen de la obra de Herbert Quain" plantea, como dice Borges en el prólogo, el comentario de una obra inexistente, antes que su ejecución. Esta nota sobre libros imaginarios menciona que uno de éstos inspira un cuento: “De […] The Rose of Yesterday, yo cometí la ingenuidad de extraer “Las ruinas circulares”, que es una de las narraciones del libro El jardín de senderos que se bifurcan” (498). 

Así, la ficción engendra una ficción que en rigor alude a un plano “real”, en tanto una serie de referencias direcciona la referencia de la identidad de ese narrador al autor del cuento, el propio Borges. De esta manera, los planos de realidad y ficción se superponen y confunden. Toda realidad puede ser en verdad una ficción que ignora su condición... “¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza…?” podemos preguntar también con el autor de Ajedrez.
Esta idea se para en el eje arte-vida para poner en duda los límites de ambas. Las deliberadas referencias a una Buenos Aires cotidiana y tangible coexisten junto con la abolición de la distinción entre realidad y creación: la relación arte-vida se resignifica sugiriendo que todo lo real puede ser un artificio que se ignora. Y esa incertidumbre se insinúa cíclica e incesante, lo que es otro laberinto por su condición de infinita.
La adopción de la tradición universal y la naturaleza cíclica del potencial “artificial” se articulan ambas así con la idea del laberinto extenso, infinito, que excede al hombre no por intrincado, sino por vasto. Así se plasma el programa vanguardista de Borges en ciertos procedimientos en estos cuentos.
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Borges, Jorge Luis. Obras Completas I. Buenos Aires: Emecé, 2010 [1974].


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¿Arte que ataca? Las tres dimensiones de Capusotto y Saborido.

¿Quién resistirá…

Había que ir a ver la película de Capusotto libreta en mano.
Unos cuántos rusos y el post estructuralismo enseñaron que los artísticamente imprescindibles períodos de crisis, donde parodia y sátira estallan, son aquellos donde convive la efectividad de lo viejo y una reflexión que presupone el desarme de sus mecanismos, creando otros nuevos. Asistimos con las tres dimensiones capusotteanas a un fenómeno análogo, con una vuelta de tuerca: un intelectual operando directamente sobre el espectador, gritando una y otra vez lo que éste hará cuando abandone la sala y regrese a su casa.

De ningún modo se extrae de la película un llamado a tomar el fusil y atacar desde el monte, pero sí hay que reconocer una programática búsqueda de desarme de los tornillos que mantienen la vida del argentino promedio ajustada al aparato (todo aparato, también de TV).


Rótulos.

La película lleva a pensar en qué lugar ocupa en toda la caterva de casilleritos que ponemos a las cosas con las palabras. El rótulo de obra de arte me gusta porque despertaría discrepancias por la circulación de los productos capusotteanos en la red de redes y sus vías no tradicionales de difusión, y así su éxito de difícil mensura. Por otro lado, un programa basado en el formato del sketch y la sátira absurda e irreverente podría aceptarse no fácilmente como el gran proyecto/operación de una suerte de “intelectual orgánico”. Pero si pensamos en que el programa se inició con Mimo Páez y una pila de videos de rock hasta llevarnos al cine para que Rivas nos confronte con la mediocridad y tibieza del argentino promedio durante noventa minutos, parece todo parte de un plan orquestado para que el anzuelo se trague profundo.
Pero por otro lado, el progresivo éxito del programa hizo que, estimamos, Capusotto/Saborido se encontraran dueños de un artefacto que no esperaban ni habían planeado desde un inicio. Y siguieron un camino que les fue natural, hibridando su humor absurdo y críptico con progresivas dosis de crítica. Hasta esto.


Proyección pura.

Este cronista no quedó íntimamente confortado con la película. Lejos de ser acomodaticia y dejar ese sabor a triunfo chispeante del cinismo y superioridad con personajes satíricos como Pomelo, Bombita, Micky Vainilla o Jesus de Laferrere, estructura sus núcleos con Violencia Rivas, tímido pero existente alter-ego de -un poco- todos los espectadores. Pomelo queda como un soso canapé bajativo, poco aporta en esa estructura. En la última entrega del gran libro de Capusotto y Saborido, la mirada es acción y es “hacia adentro”. No hay pregunta desconcertada sobre quién es uno, no hay divague de culto, no hay interrogación ácida y críptica sobre cómo es el gen argentino, qué hará de su vida la clase media apaleada bla bla bla. No: pura proyección. Un vuelco a la viñeta-espejo sin filtro. Violencia entrando en moto en un “colcenter”, Violencia doblándose el tobillo en el choque de avión contra la antena de tv, Violencia cascoteando a un alguien que escucha música al mango en un auto.
Puro acto, Violencia.


… cuando el arte ataque?

Como asegura otro cronista (y que creo que fue publicado en ñ, pero no recuerdo así que si lo quiere busque, que si usted entró acá para leer también puede usar gugl), al igual que sucede a Capusotto, el éxito de la nueva comedia estadounidense de Zoolander reside en que actor, guionista y director internalizan las líneas de tensión que atraviesan al personaje. Ese ‘tipo’ representativo no es objeto de burla, el ‘moking’ que excluye y amplía los abismos entre las personas y su moderna y cosmopólita distancia crítica. Contrariamente a eso, Miki Vainilla, Ron Burgundy y Derek Zoolander hacen eco de un caleidoscopio discursivo, en un crisol tipo-sociológico que, como la bola de espejos, puesto a girar reflejan acaso la imagen de quien lo mira hipnotizado; el personaje se aborda, no se imita; se lo encarna, no se lo copia. De allí proviene esa molestia en el abdomen, esa risa-mueca que nos dejan las tres dimensiones de Capusotto y Saborido. El cuerpo no se decide entre continuar el estado de risa o ceder al latir acuciante que se alimentó en la hora y pico de película. La caladura se forma en lo siniestro de reconocer la propia voz en esa sátira de lo que vemos como opuesto. Miki Vainilla es terrible porque es cierto[1] y existe como potencial latente en dichos que oímos de nuestros vecinos, parientes, amigos, colegas. Conocemos a este cantante pop por el mismo efecto de movimiento; es un imán-polaroid de fragmentos que percibimos en su totalidad. Lo albergamos como un déjà vu, y durante los pasos que nos alejan del cine tememos serlo en momentos en que estamos distraídos haciendo otra cosa.

Nos sabemos, sí, Violencia Rivas. El film, acaso como capítulo de cierre de la saga, la enclava en su rol de tumor que resiste y no calla. Es indoblegable, y grita a la pantalla qué estamos haciendo nosotros doblegados, menos como reclamo que como suspiro, pregunta, resignación.


Después de todo tú eres la única muralla…

Como corolario destacable, la solución más fácil y tirabombas es también parodiada. “Hay que ir a prenderlos fuego a todos esos…” Rivas se tuerce el tobillo, de nada sirve el avionetazo y todo sigue igual. Somos, quizás, como esas figuras de sketch, una concatenación de cuadros, parte de un todo que alberga cada parte en potencia. La pregunta que supone este cronista es ¿qué hacemos con todo eso que nos grita -la película- adentro? Peter Capusotto y sus Tres Dimensiones hace ineludible no asumir un cierto desengaño 2.0; queda sólo romper los límites de la viñeta.

[1] “It’s funny ‘cause it’s true!”

El actor alertando por la fuga de mascotas...


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Epitafios publicitarios para un libro o su autor.
El club Dumas, de Arturo Pérez-Reverte.

- Cuatrocientas cuarenta páginas para ver cómo un hombre puede estropear demasiadas oportunidades de salirse de la senda de hacer un mal libro.
- Nunca entendió de qué iba la cosa. ¡Y eso que era su propio libro! Lea aquí por qué.
- El Club Dumas, o "Cómo equivocarse con todo éxito".
- El Club Dumas: por si usted no entendió El nombre de la Rosa o se aburrió con ella y quiere algo fácil y con la suficiente cantidad de alegorías de saldo para hacerle sentir que leyó "algo en serio", "porque allí constantemente se habla de libros que a uno ni le suenan".
- Dieciséis capítulos que atacan su capacidad de discernimiento y resistencia en busca de ser clasificados como una novela erudita, compleja, fina.
- Busque la raíz de la creación de un personaje tan profundo, inabarcable y único que en cine lo tuvo que hacer Johnny Depp.
- O sea, ¿en serio puso una viuda, rubia, despampanante, tetona en un policial? ¿En serio?
- Arturo Pérez-Reverte: conozca al hombre que no conoció la poesía.
- Arturo Pérez-Reverte: conozca al hombre que no conoció la poesía, y escribe.
- ¡Prodigio de la ciencia! ¡Ocho kilos de cliché en un roman de sólo 189grs.!
- Vea, vea un libro con una sola idea y cuatrocientas páginas sin otras que la acompañen de relleno.
- Entre y pague la oportunidad de ver la proeza de un escritor arruinando burdamente el único desnudo de una coprotagonista femenina cuya sensualidad incluso se filtró en las grietas de su prosa de cascote y pintura para pizarrones hasta que arriesgó sacarle la ropa.
- 230grs. de celulosa de segunda con lugares comunes de tercera.
- Llega un drama para toda la familia: el libro que quiso ser dos historias y no fue ninguna.


( Eventualmente el redactor es detenido por la policía a pedido del gerente de edición; el mismo se rehúsa a abandonar la oficina mientras trata de alcanzar un libro con el que, previo a la llegada de las fuerzas del orden, se dedicó a aporrear la mampostería del lugar, buscando ostensiblemente dañarlo)[1]

[1] Al libro.

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